Cómo me convertí en profesor sin quererlo

En un principio mis estudios universitarios no iban encaminados por la enseñanza, pero me di cuenta que la música no estaba realmente al alcance de todos en nuestro país. Hasta los años 80 o 90 no se impartía en todos los colegios ni en todos los institutos de secundaria y muy a menudo los profesores no eran especialistas, por lo que impartían historia de la música con más historia que música.

El tocar un instrumento era, y desgraciadamente sigue siendolo hoy día, algo minoritario que no todo el mundo podía permitirse. Los instrumentos son caros, las clases también y en los conservatorios hay pocas plazas. Además los candidatos deben pasar un examen de ingreso en el que se valoran las capacidades musicales, la edad de los niños y el número de plazas por instrumento. El número muchas veces va por delante del gusto por el instrumento y de la capacidad de comprensión de un niño de siete años que quiere estudiar piano, ha sacado buena nota y tiene que estudiar saxofón porque no hay plazas. Es triste ver llorar un niño que se ha esforzado por algo que le gusta, ha puesto todo su empeño y ve frustrado cómo la única plaza de piano es para otro que le sacó unas pocas décimas.

Si a esto le sumamos que, una vez dentro del conservatorio, tiene que simultanear los estudios musicales y los obligatorios durante toda su vida escolar, soportando a veces la incomprensión de los profesores del colegio porque no terminó los deberes (pero presionándolo para que toque en la fiesta final de curso), podremos encontrarnos con un alumno que termine por abandonar y cuyo ejemplo haga pensar a sus compañeros que la música es algo muy difícil y para alumnos muy capacitados.

Decidí ponerme a dar clases particulares para ayudar a aquellos alumnos que quieren aprender música pero fuera del conservatorio, para aquéllos que quieren saber tocar por el mero hecho de hacerlo pero sin presiones y a su ritmo, con flexibilidad de horarios y posibilidad de adaptar las obras a tocar, enfocandolo como disfrute tanto para el alumno como para el profesor. El alumno obtiene dedicación individual y para el profesor es un reto diario el buscar nuevas actividades y obras, sobre todo con los más pequeños que pueden cansarse y necesitan motivación inmediata.

Han pasado muchos años desde que empecé a dar clases y he visto muchos alumnos de diversas características, edades e intereses. Algunos han seguido en contacto con la música, otros no, así es la vida. Pero cada día disfruto con ellos y con sus logros. ¡Creo que no podría dedicarme a otra cosa!.

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