Reflexión inicial sobre la enseñanza
Pensemos con detenimiento. ¿Qué primer concepto o imagen se nos viene a la mente cuando pensamos acerca de la enseñanza? Posiblemente una metodología o procedimiento que paulatinamente un profesor adquiere y perfecciona con el fin de enseñar eficientemente a sus alumnos y obtener los mejores resultados (y sensaciones) posibles.
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Entonces, ¿por qué he empleado la expresión el "espíritu de la enseñanza" en vez de la "metodología de la enseñanza" en la cabecera del título?
Metodología versus espíritu de la enseñanza
Sí es cierto que consideramos a la metodología como una infraestructura fundamental que otorgue forma y orden a los contenidos. De este modo, se está siguiendo una línea teórica y resulta más ameno explicar una serie de conceptos y/o teorías. Consideramos, por tanto, que una cierta armonía estructural permite al alumno asimilar mejor lo que se le está explicando. ('Asimilar' es un término más apropiado que 'memorizar' porque significa repensar críticamente las cuestiones).
Ahora bien, aunque el sistema metodológico (con sus particulares procedimientos) es un ingrediente necesario para una enseñanza funcional, también hemos de tener en consideración otro ingrediente igual de relevante en la ecuación, es decir, el espíritu de la enseñanza.
El espíritu de la enseñanza
Con "espíritu de la enseñanza" nos referimos a los nexos o puentes de unión que se generan entre los profesores y los alumnos en relación a los contenidos. Dicho de otro modo, aunque el profesor tenga de antemano preparado el material didáctico de un modo determinado, debe en la medida de lo posible acceder a los intereses y fuentes hedónicas que incentiven a los alumnos en la actualidad.
De hecho, el filósofo Gadamer venía a ejemplificar esta actitud con la expresión la "fusión de los horizontes", es decir, la retroalimentación entre ambos mundos y horizontes (profesor y alumno) de modo que las clases sean más provechosas e interactivas. A su vez esto genera un creciente interés y entusiasmo en el alumnado, por lo cual únicamente no se dedica a memorizar y "vomitar" las expresiones en las distintas pruebas de evaluación, sino que además las analiza críticamente para interiorizarlas en su mente.
Aprendizaje transversal del alumno
Véase que esta introspección y estudio en los contenidos permite un aprendizaje transversal en el alumno en el sentido de que tiene la posibilidad de relacionar lo aprendido con otras áreas que también circunscriben su vida, ya sean de tipo cultural, interpersonal o espiritual. Por emplear un ejemplo análogo, imaginemos a una persona que está interesada en mejorar su respiración y que esta alcance un orden rítmico. Para ello, decide acudir a sesiones de meditación con un guía, quién le va proporcionando una serie de ejercicios y orientando con el fin de que la persona interiorice una novedosa (y efectiva) forma de respirar.
Más entusiasmo, mejores resultados
Después de la motivación y sacrificio de la persona interesada, esta consigue respirar de una manera eficiente, lo cual le otorga múltiples beneficios. Y estos beneficios no se reproducen únicamente en las sesiones de meditación, sino que también la persona los aplica en otras integrales de la vida, véase por ejemplo gestionar situaciones de estrés y ansiedad respirando correctamente. A esta transversalidad de los planos nos referimos.
El espíritu de la enseñanza como principio de felicidad
¿Acaso este espíritu de la enseñanza no nos conduce gradualmente a un principio de felicidad o al menos a un mayor entusiasmo por determinadas nociones teóricas? El juego y la rueda de la vida.