Mis clases siempre tuvieron como característica principal la reflexión a través del tema bajo estudio para llegar al resultado final, la resolución del problema.
El educando (para utilizar un término que a mi me gusta, de mi compatriota Paulo Freire) aprende y asimila su visión de mundo a partir de sus propias experiencias, de sus vivencias. Todo joven tiene una capacidad imaginativa desafortuna...
Mis clases siempre tuvieron como característica principal la reflexión a través del tema bajo estudio para llegar al resultado final, la resolución del problema.
El educando (para utilizar un término que a mi me gusta, de mi compatriota Paulo Freire) aprende y asimila su visión de mundo a partir de sus propias experiencias, de sus vivencias. Todo joven tiene una capacidad imaginativa desafortunadamente poco explotada en las clases convencionales de Física, donde el exceso de preocupación en llegar al resultado de una ecuación o algún problema conlleva a un foco extremadamente grande en maneras o atajos en resolverlo. Bueno, eso por un lado está bien, pero... ¿Y si esos atajos pasan por ser asimilados, entendidos en la raíz, en lo porqué de la cuestión? El aprendizaje mecánico te puede servir para lograr alguna buena nota. Pero después lo que supuestamente se haya aprendido se olvida.
¡La física es fascinante! Vivimos en un inmenso laboratorio todos los días sin que la mayoría no se da cuenta. Y además, ese laboratorio anda por el espacio a una velocidad tal que, al llegar al final de esa frase, usted habrá viajado lo equivalente a irse de Madrid a Salamanca (¡¡!!). ¿Te has dado cuenta?
Todo, absolutamente todo está a nuestro alrededor. Basta con mirarlo, sentirlo, apreciarlo, significarlo, y te convertirás en un experto en física.
La gente confunde la comprensión de la Física con horas de lectura y se olvida de que, la base de toda experimentación está en la observación de la naturaleza, de lo que hicieron los grandes desde cuando Galileo se ha atrevido a mirar con un telescopio hacia el cielo. Las huellas están por ahí, y basta a nosotros saberlas interpretarlas.
¿Vámonos a ese fascinante viaje?
¡Te espero!
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