Después de terminar el Grado Superior de piano con Premio Extraordinario Fin de Grado, me adentré en la música moderna y la improvisación y el jazz.
Tras una temporada yendo a clases de improvisación, mi profesor me dijo: "¿por qué no sacas las canciones de oído y no con partitura?". Siempre me había gustado sacar canciones de oído desde pequeño, como temas de pop, folk... pero sacar canciones...
Después de terminar el Grado Superior de piano con Premio Extraordinario Fin de Grado, me adentré en la música moderna y la improvisación y el jazz.
Tras una temporada yendo a clases de improvisación, mi profesor me dijo: "¿por qué no sacas las canciones de oído y no con partitura?". Siempre me había gustado sacar canciones de oído desde pequeño, como temas de pop, folk... pero sacar canciones de jazz me parecía estratosféricamente imposible.
Pero no, no era imposible. Como todo en el piano, y en la vida, la humilde constancia hizo que lo lograra.
El mundo clásico me aportó una gran técnica con el instrumento, capacidad de sacarle un sofisticado sonido y abordar obras de gran dificultad. La música moderna me abrió la mente a la improvisación, a poder hacer con el piano cualquier cosa, como si fuera una prolongación de mi cuerpo. Imagínate poder tocar cualquier estilo, desde Barroco a funk y neo-soul, con solvencia técnica y capacidad de improvisación.
De la unión de esos dos mundos, surge mi forma de entender la enseñanza:
---> Aprender a manejar el instrumento con buena técnica
---> Aprender a escuchar y saber qué estás escuchando
---> Entender lo que tocas y, por ende, poder variarlo o inventar algo parecido. Es decir: improvisar y componer.
Y esto se puede hacer desde el primer día, empezando desde cero, sin haber visto un piano ni en pintura.
Todos los grandes músicos de la Historia tenían una capacidad global con su instrumento: tocar, improvisar, componer, entender lo que están haciendo.
Recuerdo las audiciones de alumnos en las que participábamos mis compañeros y yo de niños. Las manos sudaban, los pies te temblaban, y sabías que el público lo estaba viendo. No sabíamos si nos iba a salir bien o mal.
¿Por qué?
Porque tocábamos de manera automática: tras miles de repeticiones, los dedos habían creado un acto reflejo, un piloto automático. Y nadie sabía si en esos momentos de nervios el piloto automático iba a funcionar o no.
"Tú no pienses en nada" nos decíamos unos a otros. Claro, si pensábamos no sabíamos lo que estábamos tocando. Cada dos por tres nos quedábamos en blanco. Había gente que se echaba a llorar y todo.
Cualquier músico que lea esto se sentirá identificado.
Por suerte, cuando tenía unos dieciocho o diecinueve años decidí que no podría pasarme eso nunca más. Y aprender a improvisar y a usar el oído fue una ayuda enorme.
Y desde entonces, desde que decidí que tenía que tocar sabiendo lo que hacía, disfruto. Es un mundo totalmente diferente, es pasar el infierno al cielo. Hacer música sabiendo lo que haces, con la seguridad de entender lo que tocas, es tener una plácida conversación sobre tu tema favorito tumbado en una hamaca. Es un placer.
Mi forma de enseñar hace que aprendas a tocar el piano, pero también que lo entiendas. Quiero que disfrutes en tu avance. Tocarás el piano, y entenderás la música. Y el disfrute se multiplicará.
Actualmente sigo dedicándome a todas las facetas del piano: clásico, jazz, improvisación, pop-rock, funk... y colaboro como pianista y compositor en varios grupos y con varios artistas. También afino pianos. Así que tengo todos los recursos musicales que necesitemos para recorrer el camino.
Ver más
Ver menos