Eva Mª Peña Robledo

En mi experiencia como docente he podido experimentar que, cuando se transmite con pasión, el alumno responde de manera muy positiva. Hay que implicarse mucho y saber empatizar, pues cada persona es un mundo y como docentes, tenemos la responsabilidad de crear un vínculo entre el profesor y el alumno en el que se sientan respaldados, respetados y comprendidos.

La enseñanza no es el mero logro de que un alumno apruebe una asignatura. Hacer que se les mueva algo por dentro, que ellos saquen sus propias conclusiones, que tengan un espíritu crítico, que tengan "interés en el saber" son partes fundamentales en mi metodología.

Nunca olvidaré mi primer día de clase presencial. Cuando entré en el aula, todos y cada uno de los alumnos tenían sobre su mesa un ordenador portátil. Llevaba preparada una súper clase que, a los diez segundos, estaba resultando ser un auténtico desastre, porque notaba que habían desconectado del todo con mi "soliloquio". En ese momento, hubo que improvisar y aprender una gran lección que me dieron ellos: los tiempos habían cambiado tanto que, o les estimulas un poco, o no te hacen ni caso.

Hay que despertar en ellos interés, con su lenguaje, con su nuevo estilo de aprendizaje. Bajarse al barro y entender cómo funcionan para así poder conducirles en la dirección que tú crees que mejor comprenderán por qué estás ahí, y para qué es importante que aprendan lo que les quieres enseñar.

¡Es un maravilloso reto para ellos y para mí!