Francisco Soto

Soy profesor de secundaria desde hace 30 años.
Trabajo con alumnos y alumnas de ESO y Bachillerato y disfruto con mi trabajo. También he trabajado durante trece años en la Universidad Autónoma de Madrid como profesor asociado en el área de Estadística.
Al impartir clases particulares me puedo adaptar mucho más tanto en los métodos de trabajo como en los contenidos a las necesidades y a las dificultades del alumno o la alumna. Se trata de conocer primero sus necesidades con las matemáticas o con la física y la química, sus objetivos en estas asignaturas. Al mismo tiempo van a quedar bastante manifiestas ya en las primeras sesiones sus dificultades con estas áreas. Suele ocurrir que esas dificultades le llevan a tener una actitud hacia la asignatura cuando menos defensiva. Lo bueno es que también en esas primeras clases surgen ya sus capacidades para la asignatura y también es relevante dejárselas claras. La confianza en sí mismo o en sí misma yo diría que es la herramienta más valiosa para confrontar los contenidos que cada curso se le van a plantear. Cada año más difíciles, pero también cada año partiendo de una base mayor y de unas aptitudes más amplias.
Creo que la empatía profesor-alumno es imprescindible. Es la base para poder abordar contenidos y procedimientos de trabajo con la sensación de estar acompañados en esa pelea intelectual. Por ello, cuando empiezo una clase nos damos un período de dos semanas de prueba para comprobar que ambos vamos a trabajar bien juntos. Me parece un plazo razonable para comprobar en la práctica que podremos avanzar en la dirección que el alumno o la alumna busca.