Primero pregunto al estudiante cuáles son sus objetivos y cómo pretende llegar a conseguirlos. Después, le propongo una metodología y, si le parece bien, la llevamos a cabo. En caso contrario, buscamos otras opciones.
Me motiva explicar los contenidos al alumno/a haciendo siempre referencia a situaciones de la vida cotidiana, con el fin de hacer ver que la Filosofía, a diferencia de lo que la gr...
Primero pregunto al estudiante cuáles son sus objetivos y cómo pretende llegar a conseguirlos. Después, le propongo una metodología y, si le parece bien, la llevamos a cabo. En caso contrario, buscamos otras opciones.
Me motiva explicar los contenidos al alumno/a haciendo siempre referencia a situaciones de la vida cotidiana, con el fin de hacer ver que la Filosofía, a diferencia de lo que la gran mayoría de la gente piensa, está mucho más conectada con nuestras preocupaciones de lo que pensamos. Teniendo en cuenta esa perspectiva, se le hace mucho más fácil al alumno/a comprender tanto el punto de partida de todo filósofo (importantísimo saber eso en 2° de Bachillerato) como las corrientes y ramas diversas que se han dado en el pasado (y siguen dándose, por supuesto, en la actualidad) que se ven en 1° de Bachillerato.
Durante mi experiencia dando clases particulares siempre he percibido la queja de la Filosofía como una disciplina que solo consiste en memorizar los contenidos y "vomitarlo" en el examen. Esto se debe, a mi juicio, a una tendencia de los profesores/as de Filosofía a explicar mal, al olvidarse de esa necesaria mención a los problemas de la vida cotidiana que serían un enganche perfecto para que el alumno/a comprenda de una vez los contenidos, y así le resulte muchísimo más fácil estudiar.
Las filosofías de Platón, Descartes o Kant nos dicen muchas cosas importantes para pensar nuestro día a día, y si lo vemos así, ¡afrontar el estudio de la Filosofía no solo será asequible, sino también un placer!
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