Mientras reflexiono sobre mi trayectoria como maestra, un momento en particular destaca para mí. Cuando dejé China, mi hermanito tenía solo un año. Un día, tuve una pequeña herida en las comisuras de la boca y, para mi sorpresa, él se acercó y sopló suavemente en mi dolor, tal como yo hacía por él cuando se lastimaba. Fue un gesto sencillo, pero me llenó de un abrumador sentido de amor y gratitud...
Mientras reflexiono sobre mi trayectoria como maestra, un momento en particular destaca para mí. Cuando dejé China, mi hermanito tenía solo un año. Un día, tuve una pequeña herida en las comisuras de la boca y, para mi sorpresa, él se acercó y sopló suavemente en mi dolor, tal como yo hacía por él cuando se lastimaba. Fue un gesto sencillo, pero me llenó de un abrumador sentido de amor y gratitud. Esta experiencia me mostró que los niños, incluso a tan temprana edad, tienen una capacidad increíble para entender y expresar amor de su propia manera única. Para mí, los niños son tan dulces y suaves como los malvaviscos.
Esta experiencia me inspiró a buscar una oportunidad de enseñanza en Valencia, donde enseñé chino a un grupo de estudiantes de 5 a 8 años. Recuerdo a una niña especialmente tímida llamada Xin, que tenía dificultades para relacionarse con sus compañeros y hablar en clase. Para animarla a aprender, diseñé un juego de rol centrado en su interés por los pandas, donde ella interpretó el papel de cuidadora del zoológico que tenía que cuidar a los pandas y comunicarse con sus compañeros. También la animé a expresarse a través de la narración de historias, la escritura creativa y la pintura. Al final del semestre, Xin se había convertido en una de las estudiantes más activas y seguras de mi clase.
Esta experiencia me enseñó la importancia de crear un ambiente de aprendizaje acogedor y de apoyo que ayude a cada niño a alcanzar su máximo potencial. Creo firmemente que el enfoque Montessori es una herramienta poderosa para lograr este objetivo y estoy ansiosa por aplicar estas filosofías en mi futuro salón de clases.
Como educadora, he aprendido a ver a cada niño como un ser único, creativo e individual con un potencial ilimitado. La enseñanza me ha convertido en una persona humilde, abundante, empática y paciente, y estoy segura de que tengo las habilidades y la pasión necesarias para tener un impacto positivo en la vida de mis futuros estudiantes.
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