Jorgelina, como maestra, fue un antes y un después en mi carrera y en mi formación como intérprete y artista. Su forma de enseñar y transmitir exigente, personalizada, incansable, profunda e infinitos adjetivos más que no me entran en el cuadro, la convirtió en la madre de mi danza. Y a la vez, me transformó a mi por completo.
Recuerdo haber tenido un aprendizaje técnico muy grande (del cuál aún sigo aprendiendo), pero, sobre todo, un aprendizaje inmenso en cuanto a lo artístico y sensorial de bailar, en todo lo que tiene que ver con sentir al moverse y dejarse atravesar por la música y por el movimiento.
Por cuestiones geográficas ahora no puedo tomar sus clases, pero considero que es una de esas maestras y personas que te marcan para siempre. Estoy muy agradecida de haber tenido la posibilidad de que se cruce en mi vida, y deseo y recomiendo que todo aquel que tenga la oportunidad de conocerla y absorber algo de ella, la aproveche, porque maestros como ella casi no quedan.