Nuestro sistema de enseñanza es cuestionable. Un idioma no se puede inculcar de la misma forma que las matemáticas o la historia. Requieren algo más. Es por eso que el inglés tiende a atragantarse más que el resto. Ya sea por el sistema o por la desidia de un profesor, el chaval es el que paga el pato. Y yo quiero evitar eso.
Desde muy joven he vivido en varias partes del mundo. Eso me ha obliga...
Nuestro sistema de enseñanza es cuestionable. Un idioma no se puede inculcar de la misma forma que las matemáticas o la historia. Requieren algo más. Es por eso que el inglés tiende a atragantarse más que el resto. Ya sea por el sistema o por la desidia de un profesor, el chaval es el que paga el pato. Y yo quiero evitar eso.
Desde muy joven he vivido en varias partes del mundo. Eso me ha obligado a abrazar el inglés como herramienta vital de supervivencia. Y desde que no soy tan joven, he corrido la misma suerte. Debido a mi carrera he tenido que trabajar en sitios como Shanghai, Jesuralén, Washington, Seúl y recientemente estuve trabajando en Accra (Ghana). Estas experiencias me han dotado de una dimensión más profunda de la lengua.
Si bien mi especialidad es el inglés, también doy clases de repaso a alumnos de la ESO y primaria.
La idea que quiero transmitir a mis futuros alumnos es que aprender una lengua no solo abre una vía en el cerebro, no desbloquea un mero "traductor" interno. Una nueva lengua da acceso a formas de entender la realidad de una forma genuina y novedosa. Sé que puede parecer un discurso un tanto "hippie" y una aproximación demasiado sentimental a las lenguas, pero así es como he aprendido yo, y la considero una forma tan bella como efectiva. Y no solo reporta satisfacción, agilidad y predisposición a nivel lingüístico, sino que tira también del resto de virtudes.
Aprender un idioma es algo íntimo, una conexión con otra forma de entender de la vida, un hueco en esos miles de años de historia que componen la herramienta más valiosa de los pueblos. Para aprender un idioma se debe amar el conocimiento en sí mismo, y acompañar esta devoción por un sentido de trascendencia. No sólo se puede pretender aprender una lengua por querencias materiales, pues éstas están limitadas a su propia existencia. A las lenguas hay que aproximarse con otras intenciones, con un fuego interno especial.
Como último punto quiero añadir que he dado clases a varios jóvenes y no sólo han obtenido los resultados en examinaciones oficiales y escolares, sino que han desarrollado un gusto especial por el conocimiento.
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