Lili

Te voy a contar una historia.


Parte de mi historia.


Te aviso, a mis padres les da vergüenza.


Mucha.


Esta historia les marcó tanto que siempre me presentan como la hija-de-la-vergüenza.



Te cuento.


El verano del 89 lo pase con mi madre. Mi padre tenía un trabajo peligroso y no podía llevarse a una niña tan pequeña con él.


Mi hermano iba con él por el mundo.


Yo me quedaba en casa a cargo de mi madre.



Todos los dias, después de la siesta, ella me dejaba en el patio.


Me vigilaba desde la ventana del segundo piso dónde ella trabajaba.


Fijate que modernos eran mi padres, ya hacían teletrabajo...


Tenía pocos juguetes.


Y pocos amigos.


Tan solo dos.


Jacquot, el loro de la vecina y Mickey, el gato de la casa.


Eran mi mundo.


Con ellos me lo pasaba genial.


Teníamos nuestro lenguaje, nuestros juegos y nuestro mundo secreto.


Ndaie podía molestarnos.


Fueron unos meses maravillosos.


Pero todo se torció cuando llegó septiembre.


Primer año de guardería.



El primer día fue épico.


Yo solo sabía interactuar y jugar con dos animales: un gato y un loro.


De repente tenía treinta seres humanos alrededor mío.



Y aquel día, me puse a bufar, arañar y morder mis compañeros.


Ya te puedes imaginar lo que paso...


Vaya vergüenza.


Mis padres tan orgullosos de ir a buscar sus dos hijos.


Se habían montado la pelicula de destacar como padres de dos niños perfectos.


El primero era tan delicado, educado y perfecto.


Pero la niña...


UNA VERDADERA SALVAJE.



Y no se habían enterado de nada.


Pero si habían creado esta niña al desatenderla y dejar que un loro y un gato la criaron.



Pues pasa lo mismo con tu gato.


La forma en que interactúas o no con él define a tu gato.



Estás creanod los problemas actuales o futuros de tu gato.


Ni te das cuenta.


Y algún día, como les paso a mis padres, saldrá a la luz.


Hoy tienes la posibilidad de actuar.


Sólo lo decides tú.


Pero no tienes porque estar sólo en el camino.


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