Lucía Urrestarazu Heredia

Me gusta que las clases no se parezcan demasiado al colegio. Quiero que se sientan cómodos al comunicarse conmigo de sus dificultades. No tengo un método como tal porque prefiero adaptarme a las necesidades del alumno, ya que no todos aprenden de la misma forma. Aún así sí tengo un modelo con el que empezar.
Para la conexión con el alumno me gustaría hacer preguntas para conocerlo. Tanto como estudia o cuáles son asignaturas favoritas como algunas de sus intereses fuera de clase. Después le preguntaría cuál es su objetivo con mis clases y por donde quiere empezar.
Tras este primer día de presentación, investigaría con la información que me ha dado de qué manera es más fácil su aprendizaje. Poco a poco basándome en la comunicación con el alumno le daría a estas clases un enfoque u otro sin dejar nunca de observar para analizar que es lo que necesita el alumno. Si el alumno es pequeño también me gustaría tener esta comunicación con los padres. Saber tanto la opinión del pequeño como la de sus tutores legales.
Pues, lo que más me preocupa es la comodidad del alumno y por ello quiero que además de aprender pueda sentirse bien haciéndolo.
Independientemente a esto a mí me gusta explicar con ejemplos. Que mis alumnos sean capaces de llevarse el temario a algo que conozcan. También que hagan tareas (dentro de mi hora de trabajo, no fuera) para que puedan comprenderlo mejor. Un modelo de enseñanza moldeable para, como he dicho, que el alumno decida qué le resulta más efectivo.
En resumen, para mí la enseñanza tiene a dos agentes principales: El profesor y el alumno. Con mis clases me gustaría que este alumno pudiera sentirse escuchado e igual de importante que yo para que exista esa comunicación y facilitar su aprendizaje.