Manuel Balanzó Juandó

Como antropólogo me gusta darle a mis clases un enfoque cultural. El lenguaje es, a mi entender, la principal base de toda sociedad. A partir del lenguaje se crean las estructuras e instituciones que conforman el modo de vivir de un grupo de personas. Éste, entendido no solo un nivel nacional, incluye múltiples ramificaciones que convergen en un gran número de identidades sociales. El inglés, así como el castellano y otros idiomas que són ámpliamente hablados en el mundo, tienen variedades, modos de hablar, de jugar con el lenguaje, que aportan riqueza y variedad a una lengua. Y todos ellos, en suma, aportan riqueza a la comunicación humana. Entenderse unos a otros nos lleva a crear, hechos e ideas. Ayuda a multiplicar conocimientos, a conocer gente y pensamientos y a entenderlos. Ayuda a aproximarse a otras culturas y conocerlas. Ayuda a expandir nuestras capacidades y, con ellas, las de los demás.

Entiendo el aprendizaje de una lengua como sumergirse en un mundo ajeno, descubrir nuevos y diferentes modos de entender cómo funciona el mundo. Lo entiendo como adentrarse a experimentar y conocer otras formas de decir que aportan riqueza al discurso e ideas de uno/a.

El lenguaje cambia, se transforma, lo transformamos y nos transforma a nosotros/as. Ese fluir, ese dinamismo, puede darnos herramientas que configuran y abren puertas a nuestro alrededor. Sociales, económicas, relacionales, culturales, ontológicas, epistemológicas…

Uno de mis intereses y proyectos como antropólogo incluye una vertiente lingüística que profundiza en otros modos de comunicación no verbales, como la música y el gesto (la danza). También forman parte de las lenguas. En mis clases, con ello, trato de que el aprendizaje de la lengua no sea solo estático y normativo, lo cual no dejo de lado; pero también dinámico, centrado en la comunicación en sí. Para mi, hablar una lengua no es seguir todas las normas de aquélla, sino saberse comunicar a través de ella y saber qué se nos intenta comunicar. Escuchar y decir, aprender y enseñar. Lejos de los dualismos, creo que esas formas van juntas. Como profesor también voy a aprender de mis alumnos. No voy a adiestrarlos para que hablen inglés de una forma perfecta, sino que intentaré que jueguen con el inglés, que se lo pasen bien aprendiendo a comunicarse usando el inglés. Eso permite que mis clases puedan ser personalizadas, buscando qué es lo que necesita cada alumno/a decir, en qué ámbitos quiere usar el inglés y qué herramientas del lenguaje podrá usar y le serán más útiles.