Santiago Andrés

Pretendo enseñar el italiano de forma dinámica, alejado de los métodos tradicionales. Bien es cierto que un cierto conocimiento de la gramática es necesario pero, a mi parecer y dada mi experiencia personal, el italiano (y todas las lenguas en general) se aprende mejor a través de ejemplos prácticos. Lo bueno del italiano es que compartimos la mayor parte del origen del vocabulario, pues ambas lenguas descienden del latín vulgar. Explotando esta faceta, podemos hallar una serie de pequeñas "reglas" que facilitan la trasmutación de términos entre una lengua y la otra. Es decir, aprendiendo esta serie de procedimientos no tendremos que estudiar de memoria que nuestra palabra "hormiga" se traduzca como "formica" en italiano o que "horno" sea "forno". Con este procedimiento, aunque aparentemente más complicado, reduciremos enormemente el tiempo de estudio necesario para controlar la lengua y en tan solo unos meses nos desenvolveremos en cualquier ámbito, sea formal o coloquial sin ningún problema.
Al margen de lo académico, propongo una enseñanza sobre el país en general, pues, pese a compartir gran parte de nuestro pasado y ser todos hijos de Roma, la idiosincrasia del país en ciertos aspectos es diferente a la nuestra y, aunque no lo parezca, entre sí, pues regiones como la Campania (Nápoles) no tienen nada que ver, ni en tradiciones ni en lengua, con las regiones del norte como la Lombardía (Milán). Hay que tener en cuentan que Italia no se configuró como país hasta finales del siglo XIX, lo que conlleva que las diferencias entre una parte y otra del país sean abismales.
Tras esta pequeña presentación, solo me queda exhortaros a aventuraros en esta maravillosa aventura del descubrimiento del paese più bello del mondo.