Sergio De Dios González

Llevo más de diez años dando clases particulares y me encanta enseñar. Cuando un alumno contacta conmigo, lo primero que hago es intentar encontrar ese punto o nivel en el que nos podemos encontrar. Este será el punto de partida para empezar a trabajar con él.
Entiendo que los buenos resultados adquieren continuidad en el tiempo cuando la base matemática carece de grietas y el alumno cuenta con ella como respaldo para dar respuesta a los problemas que se le planteen.
Además, con la experiencia he aprendido que cimentar esta base también sirve para ver la materia desde otra perspectiva, dejando de ser una amenaza para constituirse en un desafío abordable.
Así, las matemáticas dejan de dar miedo, de ser una fuete de preocupación y ansiedad y los resultados comienzan a llegar.
Mi intención final siempre es devolverle la autonomía al alumno. Enseñarle a utilizar los valiosos recursos que tiene a su alcance y que quizás, en el momento en el que contacta conmigo, no sabe interpretar. Será esta autoeficacia la que termine definitivamente con lo que un día pudo dar la sensación de ser demasiado complejo.
Finalmente, intento que mis clases siempre sean amenas, un objetivo que no es incompatible con el hecho de manejar un lenguaje tan formal y elegante como es el de los números y alguna... que otra letra.