INCULCAR VALORES ¿UNA LABOR DE LAS FAMILIAS O DE LA ESCUELA?

Aunque los valores son deseables y cambian en función de cada persona, estos se pueden también adquirir. Los adquirimos a través de la interacción con otros, es decir, a través de la familia, la escuela y la sociedad.

Debemos desterrar la idea de que en la escuela se enseña y en casa se educa. Los profesores no deberíamos conformarnos con enseñar meramente contenidos académicos, pues se trata de educar de manera integral, por lo que no podemos olvidarnos de enseñar actitudes y valores que les sirvan para desarrollarse como personas, para convivir con los demás y para contribuir a una sociedad más justa.

Silvia Schmelkes nos habla de algunos aspectos que, en este sentido, debería tratar la escuela, como pueden ser la educación en el cuidado del medio ambiente, en democracia, y una educación basada en el respeto y en la valoración de la diversidad cultural. Y es que la escuela debería educar en unos valores morales mínimos, dejando también otros a la elección personal de cada alumno. Hablamos por tanto, de valores fundamentales como son el respeto y la tolerancia. Sin bien es cierto que cada persona va conformando su moral en base a su experiencia personal, también lo hace a través de las enseñanzas y actitudes de otros. De este modo, es necesario que la escuela esté en sintonía con la familia para que ambos alcancen las mismas metas.

Esta sintonía es primordial, sobre todo desde que se viene hablando de una «crisis de valores» que sostiene que los jóvenes han perdido los valores tradicionales. Mientras la escuela responsabiliza a la familia y a la sociedad de esta pérdida, es la familia la que culpa a la escuela por no formar buenos ciudadanos. Por todo ello, surge la necesidad de educar en valores, a los cuales no se alude en España hasta la Ley de 1990, la LOGSE, en el bloque de contenidos denominado «normas, actitudes y valores».

Un ejemplo de la puesta en práctica de estos valores lo tenemos en las escuelas inclusivas, pues estas se definen como escuelas democráticas y participativas que contribuyen al desarrollo de una sociedad justa, fundamentada en valores como la equidad, la participación o la responsabilidad. Así, los tres pilares básicos sobre los que se sustenta la escuela inclusiva son: la participación activa de todos sus miembros, la creación de una comunidad educativa, y, finalmente, el sentimiento de cada uno de pertenencia a la misma.

Lo cierto es que los valores actuales distan de los valores tradicionales, pues la sociedad también ha cambiado. Lo que no debe cambiar es nuestro deseo de formar personas solidarias, respetuosas y empáticas. De todo ello nos habla César Bona, un conocido maestro que defiende con ahinco la necesidad de educar en valores, de escuchar a los alumnos y de no olvidar nunca el factor humano, aunque eso suponga no acabar un temario.

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