Siempre me había costado un poco el inglés, especialmente al hablar y escribir con fluidez. Decidí tomar clases particulares, y fue una de las mejores decisiones que tomé. Gracias a mi profesor, no solo mejoré, sino que también saqué una excelente nota en el examen final.
Desde el primer día, me di cuenta de que su enfoque era diferente. Las clases eran dinámicas y personalizadas. Si tenía dificultades con la gramática, se centraba en esos temas y los explicaba de forma clara. También utilizamos materiales variados como vídeos, podcasts y artículos, lo que hizo que aprender fuera mucho más interesante y práctico.
Lo mejor fue que trabajamos tanto la expresión oral como escrita. Al principio me daba vergüenza hablar, pero él siempre creó un ambiente cómodo, lo que me ayudó a ganar confianza. Gracias a su paciencia y a su enfoque práctico, me sentí mucho más preparada para el examen. El resultado fue mucho mejor de lo que esperaba. Sin duda, un buen profesor hace toda la diferencia.
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